martes, 11 de mayo de 2010

Chanti Ollin en primera persona. La okupación a través del espejo.

El Chanti Ollin, casa en movimiento en náhuatl, es un edificio un poco descolorido de la colonia Cuauhtémoc. Se encuentra en una de las zonas más transitadas de esta ciudad y si uno pasa de frente, como los miles de automovilistas que lo hacen a diario con su característica cara de resignación-angustia-prisa, no se alcanza a percibir diferencia alguna con cualquier otro edificio descolorido de la Ciudad de México. De hecho, justo a su lado hay otro edificio que pareciera ser exactamente igual, el gemelo bueno. Si entonces, uno mira hacia arriba, se empiezan a notar sutiles diferencias, como el dibujo de algo parecido a un caracol color azul dibujado sobre el muro de una fachada llena de balcones y un letrero que ofrece un taller de fotografía. No más.

Para entrar no existe, o al menos no es funcional tal cosa como un timbre, uno se arma de estrategias como alcanzar a alguien que vaya entrando o saliendo para platicarle el asunto de la visita “ Oye, mira es que estamos interesados en lo que se hace aquí en el Chanti…Queremos ver quién puede informarnos sobre la chamba que hacen acá…Estamos haciendo nuestra tesis sobre okupaciones”. O bien, se toca desesperadamente al zaguán que quizá alguna vez fue rojo. Una vez adentro del edificio todo es diferente, la mejor descripción que he escuchado (leído) es que el Chanti Ollin es como la casona donde se planea la destrucción del sistema en “El Club de la Pelea”. Sin embargo, hay detalles que ni en el viaje más agudo David Fincher se hubiese imaginado, (neither Palahniuk), pues el Chanti Ollin no es el delirio de un loco, sino de muchos.

Un grupo de seis niños indígenas riendo nos abren la puerta, ¿qué es esto?  pienso para mis adentros que ya estoy encontrando diferencias con las okupaciones en Europa. Es un poco húmedo y muy obscuro, en realidad parece que está a punto de caerse,  en las paredes desgastadas, uno encuentra detalles en colores ácidos que saltan al encuentro: rostros, ojos en las paredes, humanoides amarillos, primas mexicanas de las mordaces ratas de Bansky, letreros. Justo a un lado de Torre Mayor, en el centro-poniente de la ciudad y justo en la médula administrativa que lleva hacia Polanco (como sacado del imposible libro de texto de las okupaciones) existe el Chanti como la madriguera del conejo de una Alicia punk y menos ñoña, menos ingenua. Si bien todas las puertas son del mismo tamaño, igual que las de Alicia cada una presenta perspectivas diferentes. Una tras otra, piso tras piso: grafiteros, rastafaris, artesanos, zapatistas… y sin necesidad de tocar la puerta o girar una llave uno entra a pasadizos que oscilan, como todo en las okupaciones, entre lo público y lo privado y entre lo íntimo y lo colectivo.

Los baños, los pasillos, las relaciones familiares, el sexo, el cuerpo, el empleo del tiempo, el uso que se le da al dinero...Las formas de intercambio son indicios de cambios sociales que surgen desde lo más personal y propio, es decir, desde lo más cercano al cuerpo, al primer espacio que es la vivienda, lo personal y doméstico.  El segundo y tercero, son los espacios que corresponden al trabajo, y al espacio de creación, expresión y descanso, respectivamente. La violencia económica y algunos factores culturales  niegan el derecho a los jóvenes de esta generación la posibilidad del tercer espacio. La violencia económica pone cada vez más en peligro pensar en un trabajo digno y en  tener acceso a una vivienda propia (primer y segundo espacio). 

Antes de eso, la generación marcada por la famosa  X del desencanto, X gritaba furiosa: No hay futuro. Pero estaban equivocados. Después del no futuro, los niños nacidos a finales de los 70s, durante los 80s y ahora 90s, llegaron al mundo después de un duro  reality check generacional, llegan a barrer los escombros de lo ocurrido después de la fiesta (que no era la última), la heroína y las crisis financieras internacionales. Llegaron a encontrarse con un capitalismo voraz y desesperado, sin colágeno y elastina.  Esta generación, lidia con cuerda floja de la desesperanza adquirida para tratar de incorporarnos al telemarketing y a las ventas o bien,  resistirnos y construir un bunker.  Ni-ni: La violencia económica niega derechos humanos a los jóvenes.

¡Feliz no-cumpleaños Alicia!

La era del Sujeto-target, de las masas como zombies. Tras el bombardeo psicológico sobre la seguridad y la salud: El árbol sombrío del consumo insaciable. La administración del cuerpo, del tránsito y de las comunicaciones. Convertirse en un buen operador telefónico y  pedir auxilio al  auxiliar bancario. Sobrevivencia del siglo XXI. El postfordismo y sus trampas de indignidad,  tratar de encajar como colándose a una fiesta donde no te quieren haciéndo gala de resingación. Nada de estar pensando en música o pintura. Nada de terceros espacios. En la hipermodernidad, las revoluciones privadas parecen las más congruentes y poderosas:  Pintándonos el cuerpo y las paredes.

Extrañas iniciativas que se consituyen decidiendo (diciendo) en lo micro, en lo cercano, en lo de todos los días: Vivir sin seguridad social, sin anillos de compromiso, sin propiedad. Como dije al principio de este post.texto, Chanti Ollin quiere decir casa en movimiento en náhuatl y es un nombre con toda la onda del mundo, al ser congruente. Es posible que haya roles criticados en la sociedad de la que proviene y se distingue que se repitan dentro de la casa, eso sucede en algunas casas en Europa, donde incluso se han conformado grupos para estar alerta, como desde el cuestionamiento político los colectivos feministas. Será una cuestión a considerar en nuestras visitas, sin embargo, si algo es evidente es que algo en esta casa se está moviendo.

Durante las visitas que hicimos al Chanti las puertas tenían un funcionamiento peculiar y permeable. En cambio, los espacios se delimitan por atmósferas sonoras: reggae dub, punk, cumbias, risas, discusiones, hip-hop, rock... En ese extraño primer recorrido a media luz, las densas bocanadas nos llevan con la oruga azul prendida a su narguile. Está tatuado de los pies a la cabeza, rapado excepto por un mechón negro de donde sale una larga cola de caballo. En las paredes de su madriguera, encuentro al conejito blanco enfundado en corsé y medias en un póster de Helmut Newton. Comienza la entrevista.



Este es un fragmento (un poco extraño) de mi tesis de licenciatura "Okupación:Nuevas formas de influencia minoritaria" del 2008 que tuve la buena onda de escribir con una beca, bajo el cielo queretano. Se trata de un estudio de caso, el Chanti, analizado desde la perspectiva de las Minorías Activas de S. Moscovici que escribí con Olmo Navarrete Rigo. Se trata de un trabajo locochón y por eso fue plausible este texto sobre la introducción de la casa. Hay matemáticas, entrevistas, análisis, hicimos de todo porque nos gustaba este trabajo y este tema. Pero bueno, ya no les voy a contar mi tesis. Love you malas.

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