viernes, 22 de octubre de 2010

Loner.


Me gusta su nombre. Me gusta que todo él sea como un claroscuro viviente. Me gusta su sensibilidad de quinceañera y que se ria de todos mis chistes. Pero más que eso, me gusta reir con él, acompañándonos felices en esas miraditas cómplices por estar parados del mismo lado del deseo. Lo siento cerca. Me gusta cuando bailamos y cuando me habla, apasionado, de las cosas que ha leído últimamante. Aunque me despierte en sueños, me gusta que seamos sólo amigos. Y si me burlo a sus costillas, creo que también me gusta que sea un mamón insoportable,  me gusta que un sujeto tan snob me considere  llave en su hedonismo. Coleccionista. Me gusta que su ego enorme se convierta en una discplina tenaz, férrea. Me gusta sorprenderlo mirándome el escote desde su dignidad, desde su estética. Me gusta su voz profunda y contundente. Me gusta que no le tenga miedo a mi libertad como muchos otros que se creen más hombres.

Distinguídxs lectorxs: recuerden que algunos post van acompañados de enlaces a internet. Usualmente, canciones y videos  pertinentes y/o chistosillos (sí, lo que aparece en letras verdes y subrayado)  que hay que mirar para tener la total y completa EXPERIENCIA AGUAMÁLICA, así que ¡Denle CLIC AQUÍ y denle clic a todos los enlaces en donde no lo han hecho! Estas son unas caricaturas de Levni Yilmaz, en donde se burla de sí mismo y de su patética existencia con aguda honestidad en Tales of Mare Existence. Gracias por  ver, gracias por leer este sorbito de aguamala.

martes, 12 de octubre de 2010

(horror vacui)

Colgué esta suave alma
del puente triste
por el que pasa la tarde.

Sin dejar de mirar, corté las venas
y drenaron ríos rosados de aguamala,
(esa dulce marisma de vacío).

Metí la cabeza al horno
y jalé el gatillo
del arma que besa las sienes cansadas.

Tarde o temprano,
tendría el valor
de enfrentarme a esta política
de hechos consumados.

No fuiste gentil
ni fuiste suave,
estás en una “fase destructiva” ¿cierto?

No puedes conmigo, sincérate.
Mi amor era una luz.
Mi amor era una luz.
Y mi amor ha muerto.

Por fin abrí la ventana
del chat roulette
para saltar.

Aguamala


Místico

Hace un par de años, a finales de 2007 para ser precisa, había terminado mis créditos en Psicología y esperaba el primer depósito de una beca de intercambio para hacer la tesis de licenciatura (osh, sí, somos licenciados en Psicología, “lic” como me dicen los de recursos humanos en la chamba, tan digno que sería ser psicólogos a secas). Tenía que ahorrar para irme y poner una casa, además de seguir cumpliendo con mis asuntos de fiestera profesional y universitaria multitask. Así que pese a que pueda ser juzgada severamente por lxs verdaderxs militantes del feminismo, uniéndome a las que Jodorowsky llama traidoras; mi búsqueda del trabajo perfecto para la-que-era-yo-entonces, terminó brevemente cuando vi un anuncio en el periódico en el que “exclusiva boutique de ropa y accesorios para caballero” necesitaba tres modelos para trabajar en la promoción y sorteo de un “automóvil de lujo” durante la temporada navideña. 

Con todo y mis inseguridades superadas por el argumento “no pierdes nada” me puse el disfraz de pecadora (no es cierto, la verdad así soy todos los días) y me lancé a la entrevista. Había una parvada de señoritas que no eran psicólogas sociales, ni tenían su programa de radio universitario, ni tenían todos los complejos que yo cargo en la retaguardia. En cambio, el contenido de la conversación precasting giraba en torno a “temas de modelo”, a saber: la amplia experiencia profesional que tenían en eventos automovilísticos (área de especialización modelística), en Televisa (uuuuh Mufasa), sus agentes, sus agencias, sus sesiones, sus books y sus historias sobre cómo eventualmente alguien las había querido chamaquear para llevárselas a trabajar en una tabla de Tailandia (tema que of course, saqué yo y que of course, estoy exagerando durísismo jojojo...y qué! es mi blog) bueno, a trabajar diagrapa con algún pasado de listo pseudoejecutivo de...(tonada de miedo o canción de Molotov)...Televisa...(Mufasa!), en fin, de las model skills de las cuales, yo carecía.

El caso es que fuimos pasando por distintas fases de entrevistas en donde las menos aptas no sobrevivían y sólo te dabas cuenta porque el grupo se hacía más chiquito en cada etapa ¡Nomamesbigbrother! Aunque nunca nos pusieron el dummy-carro-de-cartón para caminar felinamente al  alrededor, que me había estado imaginando durante mis entrenamientos modelísticos, el comité de ejecutivos seleccionadores de modelos (la chambísima) jamás me preguntó cuál era mi estatura y nos dejaron ir sin más aunque en la sala aún quedaban cuatro viejotototas (o sea grandes, muy grandes, altas muy altas) y yo.

Pensé que los jueces no habían podido percibir mi ki (chi) y que había sido eliminada del model contest porque no me contactaron cuando dijeron que lo harían, pero una tarde mientras concertaba entrevistas con unos grafiteros en una okupa para la tesis, me llamaron de la agencia para decirme que me había quedado con el trabajo, configurando así, un momento más de...“sólo a mi me pasan estas mamadas". Sí, todo esto ha sido para justificar ante mi blog que trabajé como modelo (y además no ha sido la única vez) pero también debo admitir, con enorme pena y dolor de charra mexicana, que proporcionalmente es el trabajo con mejor remuneración que he tenido en mi vida aunque ahora esté titulada y tenga una maestría...¡aaaaaaaaaaaah! (ok, ya no!! perooo) Advierto en mi el súperpoder de irme al drama postfordista en un segundo.

Eso sí, el trabajo era una verdadera prueba. Una lucha. Una auténtica pesadilla navideña. Algo realmente insospechado del mundillo del modelaje low profile es que es un ejercicio muy cabrón de resistencia mental y equilibrio espiritual nivel 6.0, (les dije, vieron mi ki [chi]). Las otras dos modelos seguro se habían entrenado con lamas en las montañas de Asia paradas en sus taconcitos durante meses. Yo no sé si alguien pueda imaginar estar 5 horas de pie dándole vueltas a un coche para luego ir a comer toda sola (no me hablaban las chicas que trabajaban en la tienda) y luego volver a lo mismo, repitiendo las misma frase estúpida durante 8 horas, sin hacer nada, sin realmente  hablar con nadie, permaneciendo entera, sonriendo, pareciendo fresca y bonita...¿en-ta-co-nes? aguantando la mirada iracunda de las vendedoras que trabajaban tan arduamente como yo para ganar mucho menos, las insinuaciones de los señores bigotones, la insoportable levedad del ser de las Lomas, el dolor creciente, agudo e insoportable que va apareciendo conforme cae la noche en todas y cada una de las coyunturas del cuello y la espalda, porque una cosa son los tacones y otra ¡cargar los flyers todo el día! Ya se, parece que me quejo por nada pero la posición continuada del brazo me provocaba no poder moverlo de dolor cuando llegaba a casa, el uniforme como de secresexy que me ponía todos los días, los empleados bancarios, etc, etc. Pero, sin lugar a dudas, lo peor de todo en este empleo y por mucho, era el infatigable y más poderoso dispositivo de coerción laboral para la banda que chambea en centos comerciales que se ha diseñado jamás: las horas eternas e inagotables de la misma cinta de villancicos corales infantiles repetidas sin tregua hora con hora y día tras día como en peli de Park Chan-Wook en plan tortura retorcida ¡aaaaaaah!...no, no,no, glamour, tan bonita palabra que viene de las hadas, glamour mis polainas, el único glamour que había era el robusto cheque semanal.

Contínuamente cambiaban el stand por las diferentes boutiques de la ciudad, así que las largas horas de dar vueltas al rededor de la BMW me fueron más que suficientes para hacer un Estudio del centro comercial como espacio psicosocial del chilango, (ámonos...eso fue broma, pero en general la Psicología Colectiva no es seria) con sus abismales diferencias entre uno y otro.

Casi siempre me tocaba en Bosques de Duraznos en donde recibí una alarmante cantidad de ofertas laborales sospechosas de acabar trabajando en un prostíbulo tailandés (¡chinga, otra vez!) pero una de las últimas semanas, me tocó estar todos los días en Galerías Insurgentes, donde no he vuelto en años y en donde conocí a la única gente amigable de esa mística temporada navideña: Jocelyn, que era una vendedora cotorrísisma de productos onda tvofertas y que tenía a la mano muchos aparatos masajeadores a los que recurríamos con frecuencia y un señor-chavo (lo que ahora se conoce como un chavo-ruco) que era su socio y de cuyo nombre no puedo acordarme, que vendía maquillaje árabe en un carrito. Era uno de esos heterosexuales cualquiera que se había vuelto terrible metrosexual por “overexpousure to fashion” (válgame Carry) y que padecía la adorable manía de maquillarme súper padre todos los días.

Además de ellos, estaba un señor que vendía Sky a quien de entrada me advirtieron no hablarle. Claro, ¡claro! que ahí voy yo de beneficiaria de la duda para que acabara diciéndome que las otras modelos estaban súper guapas y altas y que tenían mejores model skills según su pinche criterio de acomplejadaso (las otras dos chicas eran argentinas, wuawua) y a-de-más, claro, cuando supo que era psicóloga, me empezó a contar la triste (patética) historia de su vida... en cuanto se percató de que no le estaba prestando el 100% de mi atención (psss cómo), me empezó a reclamar en un tono nefasto y groserísimo y yo, si yo, la culposa intrapunitiva de mi, acabé levantando la voz y diciéndole cosas que el comité de ancianos sabios que trabajan en la censura y edición de este blog no aceptaron. Qué perdedor. Merecido.

Uno de esos días, después de cubrir un evento en un antro cercano, platicaba yo con mi nueva amiguis, cuando vimos a una escultural mujer entrar a una tienda de accesorios ubicada justo enfrente de nuestros stands. En seguida, empezó a notarse cierto alboroto infantil por el pasillo de la planta baja del mall, a percibirse esa sensación de acontecimiento, cuando, de pronto, lo vimos. Aparecía frente a nosotras enfundado en un impecable traje gris oxford y máscara blanca de nylon con aplicaciones doraditas. Y claro, era él. Nada más, ni nada menos, que el Místico. El luchador, la celebridad, el héroe de los niños.

Pasó junto a nosotras y entró a la tienda en donde estaba la llamativa chica. Equis, ahí la dejó, salió de la tienda con una bolsita de regalo y mi animada amiga lo llamó así:

 -oye, sht, sht, ¡veen!- Jojo, sí  pero el Místico (¡zaz!) fue.

Se paró frente a mi mientras me miraba profunda y fijamente, sin sus habituales y blanquecinos pupilentes, dejando notar tras su máscara una dulce mirada color miel.  Joce le hacía preguntas metafísicas -oye, y...¿si eres tú?, ¿si eres el de verdat?-  hablamos los tres un rato y sí, si era el de verdat, había ido al evento de Velvet (cierto, ahí estaba) y se había pasado al centro comercial para comprarle un regalo a su mamá porque estaba triste (si, es taaan bueno).

Joce le preguntó sobre la chica de la tienda y él respondió, mirándome -¿Tú crees que me interesaría una mujer así?- (¿O sea, yo cómo iba a saber cómo le gustan las viejas al Místico? )

Pero tsss...me estaba tirando el chon, el chon dorado del Místico. 

Dijo también,  notablemente entusiasmado, que quería una chica linda y normal, que no fuera del medio, y como yo tenía tanto maquillaje árabe encima seguramente no se notó mi sonrojamiento repentino (ni que yo no soy normal). Me pidió mi teléfono. La total. El chonazo en la cara. ¡La mística! 

Seguimos platicando un rato y finalmente me dijo que estaba interesado en trabajar con una nueva edecán porque las chicas que le ponían eran muy altas, (jojo) y en un arranque de surrealismo eufórico, (¿qué, a poco soy la única que los ha padecido?) tomé uno de mis odiosos flyers y le di mis teléfonos.

Quiero decir que a mí los luchadores me  dan curiosidad y respeto lo que hacen pero no soy tan fan de las luchas. Si me dicen cineastas italianos o cineastas o italianos yo usualmente digo ¡va!  pero las luchas no es el caso. Por boba e insensible que parezca yo estaba echando desmadre en ese momento. He ido a las luchas y me divierten pero no esperaba encontrarme un galán en ese giro. Se me hacen un espacio social increíble,  de encuentro con los arquetipos, de catarsis colectiva, de construcción de significados urbanos y nacionales,  pero tan kitsch, tan chistoso y tan surrealista, que conocer a uno de ellos mientras estoy enfundada en mi traje de secrerrica pues ya rayaba en el neorrealismo-mágico-urbano ¡los dos estábamos disfrazados! como un Fellini. Y peor aún, porque él, especialmente en ese entonces era súper famoso, salía en una telenovela, tenía comerciales en cadena nacional  y anuncios por todas partes. Todos los artículos escolares y jueguetes tenían su foto porque como era el “héroe de los niños” y esos son un target fabuloso...en fin, era el hit. Yo misma lo vi luchar un par de veces, las únicas dos veces que he ido, y era la estrella. Me reí muchísmo del asunto. Esa noche, después del trabajo fuimos a ver a los Pumas y le conté todo a mi entonces novio y a mis amigos. Nos moríamos de risa porque como dice Matías "siempre me pasan esas mamadas a mí"...Francamente no pensé que llamaría. Pero al día siguiente, sí que me llamó. Me llamó miles de veces.
Cuando me habló al celular, me dijo que tenía un evento en Ixtapan de la Sal y me pidió asistir con él. Me dijo que pasaba por mi y que eran 5 mil pesos por cuatro horas de trabajo. Yo le dije que "Jamás saldría en bikini a mostrar el cartel" y me dijo que no, que era un evento diferente, que usaría un vestido negro y que nada más entraría con él de la mano, me dijo que me pagaba hotel y comidas a mi y a un acompañante, que invitara a mi mamá, a mi papá o a alguna amiga si no le creía. Pero también, y sin que yo lo supiera, llamó a mi casa y contestó mi hermano, dijo (jajaja) -Hola, habla el luchador ¿se encuentra Jessica?- (nombre ficticio de Aguamala),  mi hermano obviamente se cagó de risa (todavía lo hace) o sea "hola, habla EL LUCHADOR" jajaja,  cuando le dijo que no estaba pidió comunicarse con mi mamá ¡con mi madre! y habló con ella para pedirle permiso para que fuera con él a Ixtapan e invitarla también a ella ¡le pidió permiso! (les digo que es un pan). Acto seguido, mi mamá me llamó y me dijo que qué fregados me pasaba, (-aunque era un muchacho taaan amable-)  a mi exnovio se le quitó la risita, se puso furibundo y dijo que iba a entrar al gimnasio para ponerse mamado jojojo, llamé a un par de amigas y ninguna quizo ir conmigo y yo sentía que había llegado un momento más de... “sólo a mi me pasan estas mamadas”...no fui.

La semana siguiente, llamó, llamó y volvió a llamar, por fin le dije que yo no era modelo, ni edecán, que era pasante de Psicología, que estaba esperando a que me depositaran una beca para irme de intercambio y que no podía trabajar con él aunque nuestras estaturas fueran tan hermosamente compatibles...¡Chaz! Me dijo que no le importaba no trabajar conmigo, que tenía muchas ganas de conocerme y salir conmigo, que le había gustado mucho y que no dejaba de pensar en mi...Y yo  le dije que va...(psss, cómo no, ataque de surrealismo eufórico operante).

Por fin, acordamos salir, me dijo que iría con una playera roja y me dio su nombre de civil (si quieren que lo revele invítenme unas chelas) me llamó en la tarde para ver si no me había arrepentido y acordamos vernos en la noche en un pinche VIPS. Salí tardísismo del trabajo y como nadie del mundo real lo sabía y por aquello de Tailandia, le pedí a la pandilla de Galerías Insurgentes que me acompañara de undercover. El auto se descompuso y dejé mi teléfono en la trastienda de la boutique. Llegamos tarde y no podía marcarle, ni recibir llamadas. Me dijo el host que me había estado esperando.

La semana siguiente me llamó y me hizo un reclamo amable pero muy triste, le expliqué y quedamos en que me hablaría después. Ese día me robaron el celular en el centro comercial de las (putas) Lomas. Traté de comunicarme con él a partir del identificador de llamadas de casa de mis papás pero era de esas líneas que sólo hacen llamadas pero no las reciben (como la de Batman) Claro, me lo dijo antes. 

Si alguien conoce al Místico por favor díganle que lo lamento mucho, que a diferencia de lo que me pasa muchas otras veces, no era mi intención desaparecer. Este es el final de esta historia de neorealismo mágico urbano, que me convirtió una vez más  en la mujer que no. Nunca nos vimos sin máscara.



"Entre las mujeres hay traidoras, las actrices porno, modelos, las que se visten para seducir, las que se ponen anoréxicas" Alejandro Jodorowsky.


domingo, 3 de octubre de 2010

(íntimo manifiesto de una) Geisha.

Él lo dijo, y yo, lo sé: soy una geisha. Demasiado generosa con mi tiempo, con la conversación y la risa que otorgo fácilmente. Ofrezco mi comprensión y mi empatía. Estoy llena de aventuras y de datos pertinentes, adroro las fiestas y me encanta trasnocharme (i'm such a playground). Así me doy, me desenvuelvo a los otros como si lo valiera, como si me pagaran, pero no lo hacen, tan sólo me decepcionan: Sistemáticamente me adoran, me necesitan, me desean, me exigen (ninguno me quiere)...me defraudan. Y mirando la vida desde mi terraza veraniega, creo que nadie va a poder corresponderme, no está en la medida de sus posibilidades pues, ninguno de ellos (niños pequeños), tiene estas psicopatologías de chica encantadora, de esa que entretiene, divierte y provoca, de geisha. Soy yo la que nunca estaré satisfecha conmigo, la que hace a la perfección eso que se supone hacían las mujeres: Complacer. Y eso nunca tiene fin. Él lo dijo amablemente, encantadoramente, y por razones completamente agenas, ha develado tantas cosas mías.

Al rededor de esto gira y me define, como a todos, la misión secreta dada por mis padres antes de conocerme, el nombre: gracia, mujer llena de gracia y con él, con mi nombre, la sórdida mezcla cultural y sanguínea que corre por mis venas. Como un mantra, fui educada de esa manera para obtener cariño, ganándomelo, significando el amor como un resultado condicionado a mis éxitos, a mis encantos, a mi arduo trabajo de seducción atado a la disposición de satisfacer afanes agenos, expectativas ridículas e incalcanzables, en un continuo y absurdo concurso de talentos inconsciente.

Y no soy yo la única. Ojalá que fuera sólo cosa mía. Muchas niñas han sido educadas, en y para la complacencia, construyendo nuestra personalidad y anhelos propios sobre el deseo de los otros, en una competencia patética,  sin permitirse disfrutar del trayecto y sin detenernos ante el goce de las esencias. Viviendo en una agustia permanente por tratar de ser un poco más bonita y efeciente, o un poco menos gordita y ambiciosa, así, por decir cualquier cosa. Si se dedican a explotar y generar miedos y complejos en cada comercial y noticiero. Las personas heridas en el amor propio deberían de alejarse de la televisión y de los medios por un tiempo como parte del tratamiento, debemos parar el terror psicológico que se ejerce sobre los cuerpos femeninos. Y me enoja, me llena de rabia cuando me descubro a mi misma en el eterno afán-angustia de satisfacer a todo mundo con todo lo que soy y con todo lo que hago, pero la cultura ha sido introyectada en mis entrañas, cuando no lo consigo, empiezo a torturarme, a marearme en un remolino de viscosa culpa patriarcal.

En un ensayo de Isabel Allende sobre las mujeres chilenas y el machismo en Chile, se confesaba de la misma forma, con la misma palabra: "soy una agerrida militante feminista en lo público y una geisha en lo privado, en casa". La figura de la geisha es clave, las prostitutas occidentales también complacen pero sólo a través de un camino, que es el  del  sexo. La geisha despliega un abanico de talentos para entretener, seducir, relajar, divertir y asombrar a los otros y, vaya, de pronto me parece que de la geisha a la vícitma el camino es corto ¿cómo no vamos a ser vícitmas si no tomamos decisiones, si no nos atrevemos a rompernos la cara con el pavimento y resignificarnos? ¿A ser feas, gordas, torpes, perdedoras, histéricas o ambiciosas, a ser distintas? Un camino corto, sobre todo en este país que nos encanta performar a la víctima.

Con todo el poder y sufrimiento que me implica, como una hija de lo hipermoderno, yo no vivo las mismas contradicciones que Allende, yo, junto a otras mujeres de mi edad y de tiempo que pasan por lo mismo, soy una geisha en todas partes. Una geisha militante, maestra, profesionista, hija, nieta, hermana, amante, pareja, amiga y mujer, y el problema, mi grandísimo, eterno problema, es que específicamente la militancia, el feminismo y la crítica, no tienen nada que ver con lo que la gramática cultural de este país desea de mí, están  situados exactamente en sentido contrario a lo que muchas personas cercanas y queridas están esperando que haga, que decida, y a veces pienso, (muy tristemente), que esperan que recapacite y acepte que me he equivocado. Es ahí cuando vuelvo a llenarme de angustia porque no es fácil, es cansado estar ahí, permanentemente en contra, resignificándose.

Quizá sería relativamente fácil para mi conseguirme un “buen partido” y parar el maremoto por un tiempo, pero en este momento las consecuencias son ya carísimas, inconmesurables a la comodidad que encontraría en una sociedad cuyos dispositivos morales premian infatigablemente la conformidad, a los individuos conformistas, complacientes: Tendría que renunciar a mi, a mí en todo lo que puedo ser. Nunca volveré a vivir en la sombra de mi misma. Creo que después de que una mujer se reconoce a si misma como sujeto político y psicológico, como creadora y artista de su propia vida, comienzas a elegir cómo vivir de manera más responsable y lúcida. Sin embargo, no para todas llega ese momento de elección, independientemente de la clase social a la que pertenezcas, de la escuela a la que hayas ido, de lo conservadora  o liberal que sea tu familia, ese momento no llega para todas. La incercia de la vida, la fuerza del sistema, arrastra, y es más fácil cerrar los ojos y dejar que pase sobre ti, -relájese y disfrute-, continuar y conformarse.

Y esto, esta lucha que asumo como propia desde hace algunos años, pensar en el género, en el feminismo como un cuestionamiento político, es en el México del siglo XXI una disidencia por la que aún seremos estigmatizadas como hippies, histéricas o confundidas, como putas, como raras, como locas, porque eso es lo que hace la sociedad disciplinar para manterner el control sobre sus formas y, cuando una ha sido educada y premiada como si fuera una estrella  de pop, como una niña perfectamente complaciente. Cuando hemos sido educadas como geishas, el rechazo es difícil de aceptar, es difícil asumirse como outsider, como minoría, aún más porque ésta, además, es una lucha que tiene que darse en lo privado, en lo íntimo. Por supuesto, es  una  lucha que se ejerce en la calle, en la forma de relacionarnos con la ciudad, con las instituciones y con el conocimiento. Una rebelión que se hace en la consigna, en el panfleto, en las urnas y en el aula, pero también, y tendrá que ser así si un día pretendemos cambiar de verdad las cosas, las batallas de esta revolución  tienen que librarse en las reuniones familiares y charlando con las amigas, con las madres. Esta disidencia se elige, valiente y amorosamente en la cama y en la casa y una tiene que elegirse, por cansado que sea, día con día. Para mí, pese a todo, vale la pena.

Aguamala o medusa.