martes, 19 de noviembre de 2013

Embalsamar a Hugo Chávez.

Un estudio hagiográfico improbable y tres miembros fantasmas.


Introducción.

Pues sí. Parece que hay ciertas emociones más glamourosas que otras. A mí, que una de las cosas que más me importan en la vida es el glamour,  me ha resultado un poco sorpresivo admitir que tengo cierta inclinación por presenciar la conservación minuciosa y ornamental  de los cadáveres o pedazos de cadáveres de  personajes  casi siempre desmembrados, que resultan por una razón u otra, más o menos ilustres. He descubierto con igual o peor pudor estético,  que a mí, en particular, me gustan  los pedazos de las personas interesantes: Las reliquias. La televisión y una, preferimos a las personas interesantes,  ya sean vivas,  muertas o en pedazos.

Me gustan y aunque me parezcan infinitamente tristes esas cajas donde se guardan mariposas en crucifijo, me atraen con infinito morbo los cuerpos embalsamados, averiguar datos sobre el conocimiento del proceso y los contenedores cristalinos que contienen a la muerte.
Me gustan los miembros guardados en formol, los fetos de reptiles de dos cabezas en el laboratorio de Biología y quizá, por razones heredadas de algunos hombres de ciencia occidentales, me fascinaron, desde niña,  los rulos rubios de mi hermano, conservados en una cajita  dentro del estuche de costura de mi madre. Sin embargo, entre todos estos insospechados  mausoleos biológicos, lo que a mí más me gusta son las reliquias de los santos.

Yo no se si Ud. lo sepa, pero como en mi antepenúltima vida fui un monje liberal del medioevo europeo, tengo debilidad por ciertas cosas:

 [Primero Miembro]

 [ En esa vuelta de 180° a Francia y a mi cabeza, empecé a reconocer esta sensación de atracción por lo salomórfico* como objeto de estudio, por supuesto. Soy el Abad Choisy,  invitado a viajar al Reino de Siam]

- Una tarde en Picardie, incrustada de piedras hermosas y más bien discreta entre las atracciones del verano, una de  las cabezas de San Juan Bautista me llama desde un rinconcito de la catedral de Amiens. Digo una porque el tiempo ha multiplicado el milagro.

Más de dos mil años han pasado desde que Salomé,  entendida de esa danza, que es precisa y voluptuosa (y del mambo),  se hizo de los poderes de la  seducción  inmisericorde y antigua que hay en la cadencia.

Gracia y poder utilizados para pedir a su padrastro la cabeza de Juan, que hombre o santo, juzgaba desde la beatitud  o desde una moral bien poco endogámica, la relación de Herodes, su padrastro (y tío) con su madre, Juan, que se dice la rechaza,  además de vociferar y señalar con desaprobación completa,  los  siete velos de deseo que Salomé despertaba o desvelaba, en su tío-padrastro y rey.

                                Afiche Aubrey Beardsley, artista del XIX hizo estos afiches para la presentación de la obra.
La imaginación de Oscar Wilde hizo que Salomé enamorada de Juan, ejecutara su danza frente al profeta, de quien pide la cabeza, por ignorarla.  Con Salomé, Wilde fue a la cárcel, al desobedecer una ley que prohibía poner en escena textos sagrados. Esta versión me parece más cercana al drama de la mujer contemporánea, una puede identificarse más con  eso de conseguir la cabeza del hombre que se haya vuelto un patán para ponerla en casa como un adorno bonito.

¿En qué íbamos? Soy el Abad Choisy, veo en Amiens las cuencas de Juan entre esmeraldas y zafiros, sobre uno de los posibles platones  en el que le llevaron a Salomé, la prueba más contundente y tarantinesca de por qué sus caderas no mienten. 

"Una" de las cabezas y "uno" de los platos porque gracias a Dios y a este extraño afán de los seres humanos, existen 8 cabezas completas de San Juan Bautista y alrededor de 20 pedacitos de cabeza regados por el mundo.

Cuando le fue presentada la cabeza de Juan a Salomé, fundadora del gore; la chica se lanza a besar la mórbida boca de quien la rechaza y juzga eternamente, asqueando a sus invitados:  Qué morbo.

Asumimos que después de cumplido el capricho de la niña, los (al menos veinte) cuerpos de Juan habrán tenido otra suerte y reposarán sobre las piedras justas. 

Veinte Juanes en  los sacros sepulcros de las ciudades más viejas de Asia y de Europa para la satisfacción  de monjes y morbosas doncellas por los siglos de los siglos…

El emperador de Siam me invita a ver una pelea entre ocho elefantes y dos tigres, mientras bebemos té que se ha tostado bastante al sol y da una sensación de energía…-Fin de la cita]

Ya no puedo seguir siendo el Abad Choisy.

[Segundo Miembro]

Parnaso en los Alpes.  Italia o la memoria de las cosas que alguna vez amamos (2009).

Hay un extraño, diminuto, frasco empantanado en el estudio de Antonio Canova. 

En las montañas de Adeso, el taller de Canova es el mausoleo de un hombre entregado a la belleza de los griegos y sus dioses, disciplinado en su don privilegiado.

El enorme taller es un depósito repleto de sátiros y titanes blancos, de héroes y de magdalenas y de ninfas. El escultor dejó en Adeso una aldea de esa raza nívea y fría, atrapada en la representación eterna de sus mitos.

Canova, tan entregado a su tarea como otro monje, como se entregaba Choisy,  absorto y disciplinado en la creación de su raza de musas y semidioses blancos, fue un hombre discreto, bueno y solitario.

 En el taller de Asolo, esa tierra del Veneto bajo los Alpes, entre  las amplias estancias sin muros del siglo XVIII…Ahí, entre algunos ensayos del abrazo perpetuo entre Amor y Psique, ente la diáfana belleza de los poderes del universo y sus ninfas. (Siempre las ninfas). Tal vez Amor y Psique sea mi estatua favorita. Tal vez sea mi misterio favorito también. Para mí y para los hermosos ojos de Elisa Rigo, en la planta alta del edificio los pétreos ángeles y héroes y las bellas gracias, no parecían anunciarnos al soberbio dedo del artista,  flotando a través de la luz verde, del agua del frasco que lo conserva entre sus pétreos delirios.  
Conservar la carne. Esa materia que nos permite ser de agua y fuegos o de blanco mármol por adentro.  El dedo del muerto, la mano de artista zombie, es el objeto más misterioso en el hermoso Parnaso de Canova.  



[Miembro Tercero]

La bella Venezuela y sus amigos invisibles.

El General Maduro, conductor de metro acostumbrado a llevar los trenes por  el subterráneo, ha querido embalsamar los restos de un hombre y perpetuar en esta reliquia del trópico aquello que los orientales elevan y los occidentales le devuelven a la tierra.

Aunque acartonada y triste, queremos perpetuar la huella de  aquello que nos provocó cerrar la boca y entender la vida, que puede ser  tan bella como dolorosa: los héroes y las musas de la mano de Canova, el delirante libro de San Juan, el viaje al Reino de Siam de Chosy, el invierno bajo la nieve de Asolo y las azules pozas en los ojos de Elisa Rigo.

 El morbo es una palabra de origen obscuro, como la mano de Canova en su brillante estudio y como las cuencas que juzgan y  anuncian el  mayor de los juicios.  El morbo que es algo cercano a la culpa porque se retuerce en la evidencia de algo que ha pasado, en algo que se descompone dentro de nosotros y por eso, con lo enfermo. Morbo era hijo dos hermanos,  Nix la Noche y de Erebo, dios de la Obscuridad y de las Sombras.
Erebo, hijo del Caos y hermano de la Noche, engendran  a Morbo, la Enfermedad,  divino resultado de un incesto entre hermanos, como la que juzgaba Juan ¿Qué habría sido de sus veinte cabezas, si hubiese presenciado esta nota del Gráfico mitológico, el juicioso de Juan? Cicerón decía que desde Roma y quizá hasta hoy en México o en Venezuela, Morbo es una divinidad.
Nos aferramos  a la prueba  terrenal y fidedigna de la carne.  La existencia de quien narra la fe o de quien hizo un palacio de nieve para  ninfas. 

Al argumentar por embalsamar sus restos ,el general Maduro nos dijo que la sonrisa de Chavéz sería el testigo de la Revolución y yo pensé en Salomé y la bandeja de plata que llevaba la cabeza de Juan.  
El Morbo escondido en las cajitas de costura y en los más diáfanos rincones de la tierra, ahí donde es enaltecido el poder y la beatitud.

Nos interesa conservar la parte de la magia, del genio o de los poderes salomórficos de algunos que tuvieron privilegiados dones, pero la cadencia de la carne da vueltas de tuerca y en el afán de perpetuar la danza y la palabra de la vida, perpetuamos la Enfermedad, la nuestra, que es con la vida como su sombra, Érebo del mundo, indispensable y consecuente ante toda esa luz.


Aquí el Abad Choisy, usando ropa de mujer, como siempre le gustó, mientras escribía sus viajes por Asia en una ilustración de Gabriel Gutiérrez.



*La palabra salomórfico no existe fuera de este texto.

 

 Aguamala o medusa