lunes, 12 de enero de 2015

MONOGRAFÍAS SUBMARINAS





                                          MONSTRUOS MARINOS.


¿Qué hacen los hombres? Sobreviven. Si no están en eso, escriben o  persiguen monstruos marinos. Es lo mismo. Enfrentarse al océano que es la incertidumbre para alcanzar una forma. Apenas en la niebla una silueta. Instante de verdad  en el horizonte que nos seduce o nos azota. Presa esquiva es la escritura. Un dorso o una aleta. Viene como si no viniera de la búsqueda:  Se desea, se presiente y quizá, después nos acontezca, quizá no.  Como la primera mañana, como las primeras palabras de un poema. Yacimiento de otro tiempo. El mar es el ensueño. Su respiración sobre la superficie es la señal de tu existencia,  acontecimiento marino, isla  intermitente. Hay un lenguaje secreto y antiguo entre la bestia y el marinero que la caza o que la escribe. El misterio del agua o de la lengua. Histórica fuga en el azul perpetuo, en el campo de azules "que siempre está empezando". Fuga del monstruo y fuga de uno ¿Qué es la escritura si no una barca perdida o una lanza de fuego?  Gracias al Universo por hacer que la nostalgia y la escritura que son lo mismo, se diluyan y acontezcan. Como monstruos marinos, como el siguiente misterio entre las olas. 



                                             AGUAMALA O MEDUSA

          Quería ser una sirena. Pero eso es un mito.
             Es en cambio una trampa, las trampas existen.
            Es transparente. Baila. Algo en ella arde y algo en ella 
                quema, una ponzoña. Extraña presencia.
            Mitad ninfa, mitad furia.
          Lámpara de lava
           para el abismo marino
             para la obcusridad 
       de la vida:
       luminiscencia.
        La Gracia 
        le ha concedido
          un poder misterioso, 
               sostener  una danza: 
       renacer
         después de  
      disolverse
          en la belleza 
         de la muerte.

   



   MANTARRAYA




                                   Ángel acuático
                        Misterio negro
            obscuridad que vuela
        o se zambulle en el aire
          mariposa del agua
        aguijonado pez y murciélago
      Mantarraya, ¿será que nadas o que vuelas?
Puntiagudo veneno
       Lo llevas como una lanza,
              como  Arcángel
                  del cielo prehistórico
                         que es el océano.
                         La evolución te trajo a mi vista
                                         en esta extraña ola
                                                de nuestras vidas:
                                                                Nave.
                                                    Es tu piel y tu cadencia
                                                                   amenazante  belleza,
                                                                                 en tu nado de ave
la obscuridad que flota.

               

                                                                                                                            



 Aguamala o medusa. 


Después de que me estrellara contra el autobús me fui a la playa a escribir monstruos marinos. Una profundidad para salir a flote de otra, la propia. Las medusas en efecto tienen bioluminiscencia  y también, algunas especies se regeneran después de la muerte. (La aguamala que tiene la clave para la inmortalidad VICE) criaturas sensuales, cómo me fascinan. Si ya saben que en este blog todo es verdad y mentira. La referencia a Valéry es absolutamente deliverada y le mando besitos al chico que me ayudó a corregir estos poemas, la primera vez que salimos por una cerveza, hace como dos vidas, me salió con unos versos de Cementerio Marino en el Cenote Azul, con lo que me convenció de casi todo. Tener 18 años y ser sensible al verso. Lamento si echan de menos la crónica pop pero a la Aguamala toma una insoportable veta poética cada dos arrecifes o cada dos amantes. Ojalá les guste. Nos ha ido muy bien con eso de disciplinarme en las entregas, tuvimos cientos de vistas marineras en HIT BY A BUS de la semana pasada. Gracias por leer. Les mando besos con ponzoña. Bad bad water. 

¿Han escuchado el nuevo disco de Beck? Algo me hace pensar que anda en las mismas olas que yo.

                                                                       
Samurai fury 

lunes, 5 de enero de 2015

Hit by a bus

10. Hit by a bus.

”Nothing ever ends poetically. It ends and we turn it into poetry. All that blood was never once beautiful. It was just red.” —Kait Rokowski 


Yo soy una snob y aunque debí hacerlo hace tiempo acabo de comprar una bicicleta. Tampoco tengo un auto, he sido completamente incapaz de ahorrar para comprarlo y no me gusta el gasto en impuestos y gasolina, en cambio gasto más andando muchas veces de la semana en taxi. Todos los absurdos son igualmente absurdos, así que consecuentemente a mi absurdo uso de taxis tengo la creencia absurda de que vienen a mí únicamente taxistas chingones que son mis amigos y aliados en la omnívora urbe y nos damos consejo y terapia de muchas clases durante el trayecto.

Mientras yo les doy dinero y escucha, ellos me llevan siempre segura y cómoda a mi casa o a mi trabajo. Death cab for cutie. Pero no. Empecé a sentirme mal conmigo misma. Esa  esa incomodidad que proviene de estar demasiado cómoda, ese sopor que resulta después de muchas horas de sueño. Me sentía estancada y no eran sólo los taxis. Laura midió mi energía con un artefacto de dos varitas de metal con un ángulo recto en cada una que funcionan mientras están dispuestas paralelamente: Entre más amplio es el ángulo entre las varitas hay mayor energía. Yo necesitaba moverme, no, no eran sólo los taxis, tenía un problema generalizado con el movimiento. Todos los rincones de la vida me lo decían. Laura pasó los metales por mi cuerpo: Las varitas se abrían a la altura de mi coronilla, se cerraban a la altura del corazón, se  abrían hasta voltearse a la altura de la cadera y volvían a cerrarse mucho más en las piernas, debajo de las rodillas, especialmente en el  tobillo izquierdo, mi tobillo de Aquiles, dueño de todos los esguinces y las  entorsis, el culpable de que dejara de correr y empezara a pintar. Resquicio metafísico del miedo a cambiar de lugar. Necesitaba entender el equilibrio de la bicicleta o, mejor,  necesitaba entender el equilibrio subiéndome a la bicicleta.

El equilibrio no es algo que se alcanza, algo permanente que se obtiene porque el destino lo ha previsto de esa manera o porque provee las condiciones precisas para que lo obtengamos, no. El equilibrio es como el poder o el amor; siempre está ahí, disponible para nosotros, asequible tan sólo al pedalear, una práctica. Pero no lo sabía, tenía que sentir el golpe para comprenderlo. La vida no me ha dado sus lecciones en intertextos sutiles.

Él era frágil. Flaquísimo, fue el último novio que me conoció la abuela;  ojalá tuviera algún medio paranormal para explicarle que he elegido mejor, el día que lo vio me dijo que “le diera de comer a ese niño”.  Le decían el Ganso. La melenita rubia cubría su rostro y cuando las cosas no le salían se arrancaba en episodios de  ira, trabajaba como yo muchas horas al día  y para mí, estaba del otro lado del arte, siempre por graduarse de Arquitectura. Vivimos juntos, así comenzó todo, éramos roomies y luego, cuando regresó a casa de su madre a partir de un manojo de argumentos incomprensibles, se la vivía en mi casa y todo era muy tibio, agradablemente tibio pero el temor al compromiso posmoderno y al parecer mi irrefrenable coquetería nos tuvo saltando entre sí y el no por dos años que terminaron de golpe. Un gran golpe pero uno.  También, dos años más joven, con él me aficioné a las series de manga y a algunas otras caricaturas. Yo soy un poco japonesa y  a veces siento una melancolía chauvinista de Mishima y sashimi por el Imperio, otro camino de cerezos que me acercaría al amor. Y me sumaba, hacía un esfuerzo y sostenía conversaciones sobre  Kaichou wa Maid Sama con sus amigos animadores. Un día heroico, vi todas las de Star Wars en un maratón antierótico para tenerlo presente.


Con los videojuegos de plano no pude y sé que esto lo hacía sentir frustrado. El catorce de febrero del año catorce, invitó a nuestra amiga lesbiana Fer a jugar toda la noche. Yo que los miraba como madre amorosa, me puse a escribir sobre las mentiras y sobre los cenotes mientras me diluía en una botella de vino contemplado mi próximo derrumbe.

Ganso creía en la leyenda japonesa que dice que estamos destinados a encontrar a nuestra pareja ideal pues todos llevamos un hilo rojo atado al meñique y por largo o enredado que esté, el otro extremo de ese hilo estará atado al meñique de nuestra pareja. Es una leyenda medieval de la que tenía una interpretación muy... Ganso decía con total firmeza que no debería de haber problemas en una pareja, que si acaso fuéramos el uno para el otro y estuviera el hilo entre nosotros, no pelearíamos nunca, que todo siempre sería cool. Que si el destino hubiese sido preciso y generoso y cierto con nosotros no tendríamos jamás  problemas. Entonces yo me callé todo y volví esa idea adolescente y mágica la tapadera de mi insatisfacción y no pasaba nada, todo bien.

Por eso mis amigas estallaron en rabia irónica preguntándome si yo creía que eso era cierto, que tantos años de hacer psicología. Estar conmigo fue tan cómodo para él, alguna vez entre risas me lo dijo con todas sus letras, y  unos días antes de comenzar a andar, le salió en una tirada de tarot que comenzaría una relación con una mujer muy rica, y no es que yo tenga mucho dinero, no. No tengo nada pero le otorgué tantos bienes, fue tan sencillo de cuidar, procurar, de proveer, de seducir, le daba consejo, le preparaba la cena y no me pregunten cómo pero lo mandé de viaje a California, cálida compañía en la puerta vecina y agggg vimos tanta televisión. Ahorro de energía y de seducción. Seducción significa separar y guiar; orientar y esa orientación era completamente unidireccional. Ganso no se paró ni un día en mi laboratorio, no fue a ninguna de mis clases, no fue a la presentación de mis libros, le desagradaba ir a conciertos, no veía a Bergman y no le gustaba Von Trier. Para mí la comodidad no es un valor pero no lo sabía. No me gustaba ver televisión pero me quedé pegada mirándola.

El equilibrio es el flow de hacer y resolver. De entregarse a la acción y estar presente. Pasando los baches, haciendo fuerza en el abdomen y mirando en todas direcciones. Disfrutando el camino, sintiendo el viento. El equilibrio es la cadencia del presente. No puede hablarse sin asombro de la misteriosa y esquiva paz de estar con todo lo que uno es, aquí y ahora, no puede hablarse, no puede decirse, oh pero es.

Era doce de diciembre y esa mañana decidí aprovechar que la Universidad otorga guadalupanamente el feriado a todos sus trabajadores para hacer un ritual sobre el perdón. Fui al mercado, compré las cosas, hice mi ritual y quedé con mi amigo Ulises para ir por la tarde a la Roma a comprar mi casco y las luces para comenzar a andar en bici.

Ese día como vórtice, encontré en mi camino sobre la vía rápida del Eje 7 un bache profundo y enorme, decidí abrirme a la izquierda en el carril compartido y saben, es la Ciudad de México, a veces me comporto como si estuviera en Amsterdam, como si viviera en la playa, como si no fuera una guerrera azteca librando la guerra florida de los estampados, pero lo soy y la vida nunca me ha resultado sencilla y buscar que sea fácil es mediocre y esa clase de pensamiento y de conducta debió ser frenada por la vida violentamente. Un autobús me pegó en el costado izquierdo y volé, volé  tres metros, tal vez más, aterricé en la acera y la bici me cayó encima.

Me abrí completamente del camino, no lo sentí, no escuché, no estaba presente, no vi. El instinto no fue suficiente y el autobús me pegó del lado izquierdo del cuerpo como una bofetada amarilla e inmensa. Como pegan las olas. Todo se ensombreció y lo vi, por fin, tal cual era, monstruoso, capaz de sacarme del camino y de la vida. Sentí el golpe, dimensioné la muerte mientras volaba y caí aparatosamente enredada a una bicicleta negra y rosa al pavimento.

Cuando el tiempo trajo a nuestra relación temas que entender y resolver, cuando dejó de ser fácil y había que tomar decisiones él dejó abierta su cuenta de Facebook en mi computadora y me lo mostró todo; cómo era intrépido y propositivo, cómo era seductor y fuerte, cómo una semana antes del accidente, el día en que le había pedido dejar de estar de estar en el limbo entre el sí el no, fue a buscar a una chica de su escuela para acostarse con ella. Cómo quedaron al día siguiente, mientras su madre me llamaba buscándolo, bajo el reloj del metro Balderas. Cómo era tan adolescente de todo. Desde la pantalla de la computadora, golpeó a mi alma ese frío que tiene la verdad cuando es a la vez temida y anhelada. Brutal y súbito, su cobarde o benevolente acto fallido también fue una cachetada amarilla e inmensa. De qué otra forma hubiera podido terminar un amor cuya motivación era ser fácil y estar cerca. No tuvo que hacer nada, romperme fue tan cómodo para él.

Después del vértigo del impacto, caí en cuenta de que estaba completa y consciente. Busqué mi propia sangre en el pavimento. Ante la mirada absorta de la gente, traté de averiguar si me había roto algo. No me pasó nada. En la resaca vino un poco de dolor y el surgimiento de un morete notable, como las estrellas cuando mueren, en realidad no fue nada para el tamaño del impacto. Esa mañana había ido por algunas cosas al mercado de Portales para mi ritual  y decidí comprar a Zadkiel, un ángel que vi en un sueño y cuya estampa me eché al monedero, el ángel violeta de la transmutación. No sé si fue eso, que era doce de diciembre, que estuve meditando sobre el perdón esa mañana o que tengo muchas cosas que hacer y que aprender todavía; que fui afortunada. Oh, todo el miedo que enfrentamos cuando vemos el límite de una creencia y ese momento en que sólo nos queda soltarla: No está todo cool. No Daniel no. Si acaso hubiera un hilo rojo del amor romántico, si acaso, tendrías que sostenerlo con cierta fuerza y yo lo veo tan pequeño ahora. Hoy me resulta tan claro su tamaño. Hay un afán y hay un 
dolor. No voy a tener flow si no estoy ahí para mí, con mi Bergman y mi Von Treier y mi escritura y mis botellas de vino.


Sólo me quedó un moretón terrible en el trasero y el incremento, seguramente desagradable para mis amigos, de mis argumentos mágicos. Pienso que quizá, en efecto, he muerto aquél día y vivo entonces en un agradecimiento incrédulo. Fui tan arrojada y tan torpe. Necesitaba moverme pero no para ir con prisa a algún lado, escapando de mí, esquivando mis baches, le saqué por frita y por cobarde, porque quería un amor fácil, un amor que lo esquivara todo, cuando necesitaba pedalear para el  presente, solamente para pedalear, para estar aquí y ahora. No puedo creer hasta dónde llevo las cosas a veces. Mis pinches creencias absurdas, que mis taxis son infalibles, que ese lío psíquico que me traía con el Ganso era una pareja, que en él tenía un buen amigo, algo en la oquedad de nuestra historia. Algo. Oh el corazón delator, la transparente medusa. Lo fiel que puedo ser a mis creencias amorosas como diría Pablo Fernández que hacemos las mujeres por cultura. Los torzones que le doy al feminismo. Me levanté aturdida y nerviosa, avergonzada. Sé que fue mi responsabilidad, lo supe al levantarme de la banqueta. Lo supe cuando me golpeó dos veces en esa semana el autobús de la verdad.
 Rachel Bone Bicycle Accident Series 4/4
<>. Los tobillos están asociados al movimiento y la izquierda al lado femenino de las personas, resquicio metafísico del movimiento.  Las personas en la calle me atendieron y me ayudaron a ponerme de pie. Qué pinche oso, me veían todos perplejos. Eran como doce personas. Asusté a viarios, fui directo al impacto.  Japonesa kamikaze. Algunas especies de aguasmalas se regeneran después de la muerte. Yo misma, después de descubrir los madrazos, sacudirme las botas y entender un poco de la vida, ajusté mi bicicleta y creo que entre la epifanía y la risa hasta disfruté el trayecto pero yo soy una loca. La bici y yo avanzamos los primeros metros temblando después del impacto, creí que no iba a pasar el Viaducto pero llegué pedaleando a la casa de mi próximo accidente.

                                             Gabriel Zambrano Art work. Quizá en efecto, morí.  







Too much i've seen, too much i've seen. Que esto se volviera un paredón como el de la bella y salvaje Wild Belle. 


PD. Querido Anónimo: Sí escribo, este año un poquito más, ya verás. Gracias por leer. 

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